lunes, 22 de abril de 2013

Stico. Jaime de Armiñán, 1984

Ficha  técnica: Título original: “Stico”. Producción: Enrique Bellot para Serva Films, 1984. Dirección: Jaime de Armiñán. Guión: Jaime de Armiñán y Fernando Fernán Gómez. Fotografía: Teodoro Escamilla. Música: Alejandro Masso. Montaje: José Luis Matesanz. Duración: 105 minutos. Intérpretes: Fernando Fernán Gómez (Leopoldo Contreras), Agustín González (Gonzalo Bárcena), Carmen Elías (Sra. Bárcena), Amparo Baró (cocinera), Mercedes Lezcano (asistenta), Manuel Zarzo (conductor), Bárbara Escamilla (niña), Vanesa Escamilla (niña).

Argumento: D. Leopoldo Contreras, catedrático de Derecho Romano ya retirado, se ve al final de sus días reducido a la pobreza y haciendo pequeñas traducciones de los clásicos para poder vivir. En el trance de liquidar lo poco que le queda, una magnífica biblioteca jurídica, es reconocido por un antiguo alumno, Gonzalo Bárcena, jurista de prestigio, quien toma conocimiento de la situación en que se encuentra su viejo maestro. Unos días después, el veterano profesor le propondrá a su discípulo convertirse en su esclavo a cambio sólo de alimento, cobijo y vestido. Tras una ligera resistencia y un tanto de cinismo, Gonzalo acepta el trato sin imaginar el calado de las consecuencias del paso de Stico por su vida y la de su familia.




Ambientación: En los inicios de nuestra democracia, Jaime de Armiñán propone a Fernando Fernán Gómez que participe en un proyecto cinematográfico en el que el personaje protagonista es un ciudadano honorable (ni más ni menos que todo un catedrático de Derecho Romano) que decide voluntariamente convertirse en esclavo porque -en palabras suyas- ha perdido una batalla contra la sociedad. Fernán Gómez ya había interpretado ese mismo año el papel de un profesor de universidad retirado en Los zancos (Carlos Saura, 1984) pero ahora se aleja del espíritu romántico de este personaje y trata de aportar un enfoque irónico a la nueva situación que se plantea. Es por ello que su participación en esta obra no se reduce a la de actor (reconocida su enorme versatilidad en diversos géneros) sino que se incorpora como guionista (precisamente en estos años desarrolla más su faceta de escritor), con toda la carga ideológica que le plantea su condición personal de anarquista y propensión a la sátira.

En nuestra sociedad existen otros tipos de esclavitud que no se identifican con el estereotipo que se sugiere musicalmente por medio de las work songs afroamericanas o que se evidencia en la ingenua conversación entre las niñas. El pájaro enjaulado sería un símbolo clásico de la falta de libertad y la gallina otro, que se hace parlante de manera fabulosa para descubrir la realidad del hombre inmerso en una rutina a la que está sometido de manera inconsciente por el trabajo; en contraposición, aparecen las figuras del huelguista que reclama una mejora de sus condiciones laborales o la esposa del discípulo que es una mujer moderna e independiente. Pero ésta no es la única cualidad que define esta nuevas formas de esclavitud encubiertas, sino que va unida a la idea de ausencia de responsabilidad. Un esclavo no es sólo alguien que no es libre sino también alguien que no es responsable de sus actos porque obedece ciegamente las órdenes de su dueño.

Sólo cuando cada uno de los miembros de la familia es consciente del alcance de la idea de esclavo se ven en la imperiosa necesidad de restituir la libertad a ese hombre. Será en estas circunstancias cuando terminen de aprender la última lección que les da el viejo maestro, que les abre los ojos ante el valor de la dignidad del hombre y de su inalienable libertad.

Valoración: Se nos presenta un film en el que el absurdo, la visión pretendidamente deformada de acontecimientos cotidianos, nos sirve precisamente para interpretar una realidad -la limitación de nuestra libertad por muy diversos motivos- que, por cercana, no deja de ocultarse a nuestros ojos. Esta obra no se sirve de grandes recursos fotográficos, musicales o narrativos sino que su valor estriba en la crítica social a partir de la ironía. Asimismo, el momento histórico no puede ser más oportuno para tratar cuestiones tan actuales y sensibles en aquel momento como los derechos, las libertades, la Constitución… Ciertamente éste es un momento de introspección creativa en la vida de Fernando Fernán Gómez que coincide con un fecundo desarrollo de su faceta literaria y de director. La paradoja es que se le premiara por este trabajo en el Festival de Cine de Berlín de 1985 no por estos méritos, sino sólo con el Oso de Plata al mejor actor.

martes, 9 de abril de 2013

Ni uno menos. Zang Yimou, 1998

Ficha  técnica: Título original: “Yi ge dou bu neng shao (Not one less)”. Producción: Zhao Yu y Zhang Weiping para Columbia Pictures y Guangxi Film Studios. China, 1998. Dirección: Zhang Yimou. Guión: Shi  Xiangsheng, según su propia novela. Fotografía: Hou Yong. Música: San Bao. Vestuario: Dong Huamiao. Montaje: Zhai Ru. Duración: 106 minutos. Intérpretes: Wei Minzhi (sustituta del profesor Gao), Zhang Huike (alumno), Tian Zhenda (alcalde), Gao Emman (maestro de la aldea), Sun Zhimei (delegada de clase), Fen Yuying (recepcionista), Li Fanfan (presentadora de TV), Zhang Chiang (inspector), Xu Zhanqing (dueño de la fábrica de ladrillos), Liu Hanzhi (madre de Zhang Huike), Ma Guolin (hombre de la estación), Wu Wanlu (megafonista de la estación), Liu Ru (anunciante), Wang Shulan (responsable de almacén), Fu Xinmin (jefe de televisión), Bai Mei (dueña del restaurante)…

Argumento: Shuiquan es un pequeño y aislado pueblo de las montañas chinas que cuenta con una vieja escuela sin recursos donde un maestro tradicional procura educar a sus pocos alumnos. Se hace necesario contratar un sustituto durante un mes y sucede que el alcalde sólo encuentra disponible una voluntariosa niña de trece años, que se ofrece aunque sólo sea para asegurarse de que al regreso del maestro no haya “ni uno menos” en el aula. La marcha inesperada de uno de sus alumnos a la ciudad la moverá en su búsqueda, descubriendo con sorpresa cuánto le quedaba por aprender.



Ambientación: Zhang Yimou es considerado el más occidental de los cineastas orientales seguramente porque es capaz de transmitir experiencias y valores comunes por encima de las diferencias culturales, provocando una mirada cinematográfica sobrecogedora, tan sencilla como profunda. Eso no está reñido con la idea de que realice el retrato concreto de la vida en el mundo campesino y de las clases desfavorecidas del presente o del pasado no muy lejano de China, llegando a veces a confundirse en qué época ha sido ambientada la película. Sólo las referencias al sistema socio-político nos encuadran en un marco espacial y temporal, no exento de elementos autobiográficos: la situación de los maestros rurales (vocación familiar), las condiciones de trabajo en el campo (su apelativo de “director campesino”)… Si bien antes de esta película había tratado el tema urbano en Mantén la calma (1997) -donde muestra el caos y desasosiego de la ciudad contemporánea-, tras ésta surgirá la idea de emprender El camino a casa  (1999) -en el sentido inverso, de la ciudad al campo-. En definitiva, el campo lo entiende como el entorno donde se desarrolla la tradición, entre la nostalgia y la idealización. Otro elemento de inspiración fundamental de su filmografía es la mujer. Sus protagonistas, casi todas extraídas de novelas, son femeninas a la vez que tenaces, resueltas, sacrificadas, vitales… En este caso, además, es inexperta ya que, para conferir una mayor sensación de naturalidad al argumento, trabaja con una niña, no profesional, de la que toma nombre el personaje, se maneja sin guiones y desconoce siquiera lo que es una cámara de vídeo, que procura ocultar durante la filmación para no restar espontaneidad a sus reacciones; y así ocurre con el resto del reparto. Resulta todo un reto que da sus frutos gracias a una magnífica dirección artística y técnica. Aquí se reconoce la genialidad en las indicaciones actorales, la complicidad con el público en los gestos y detalles cotidianos a la vez que universales, el control del ritmo narrativo, la capacidad de significar por medio del color, la claridad compositiva, la elección de las localizaciones exteriores y la manera de filmarlas, el apoyo de la música incidental en las situaciones precisas para no restar verosimilitud a la escena sin que llegue a parecer un documental… Se comprende a la vista de sus inicios como fotógrafo, antes de ingresar en la Academia de Cine de Beijing en 1978, ya a los 28 años. 

Valoración: Ni uno menos es un poema a la sencillez de la vida, un camino interior que, motivado inicialmente por una retribución económica y una disciplina adquirida, se convertirá en la búsqueda de una vocación en el servicio a los demás a través del compromiso y la generosidad. Esto es lo que hace común a todos los hombres la vida misma en un pueblo olvidado del país más grande del planeta. Da la sensación de que comienza siendo una película y termina siendo otra porque, entre otras cosas, sus personajes vuelven cambiados, por encima de la anécdota de cómo se resuelve el regreso. En mi opinión, el mensaje de esperanza es lo que subyace, al margen de otras lecturas críticas que ponen en tela de juicio la situación actual en China. Será por eso que, lo mismo que aquel año fue vetada en su propio país, ganó merecidamente el Premio León de Oro en el Festival de Venecia