Ficha técnica: Título original: “An ideal husband”. Producción: Barnaby Thompson, Uri Fruchtmann,
Bruce Davey para Fragile Films en colaboración con Icon Productions, Pathé
Pictures y The Arts Council of England. EEUU- Reino Unido, 1999. Dirección: Oliver Parker. Guión: Oliver
Parker, basado en la obra teatral de Oscar Wilde (1895). Fotografía: David Jonson.
Música: Chalie Mole. Montaje: Guy Bensley. Duración: 96 minutos. Intérpretes: Rupert Everett (Lord Arthur Goring), Cate
Blanchett (Lady Gertrud Chiltern), Jeremy Northam (Sir Robert Chiltern),
Julianne Moore (Laura Cheveley), Minnie Driver (Mabel Chiltern)
Argumento:
En la Inglaterra victoriana de
finales del s.XIX, Sir Robert Chiltern es un político admirado, especialmente
por su esposa quien lo considera la persona ideal para compartir su vida dadas
sus fuertes convicciones morales. En cambio, Lord Arthur Goring es un joven
aristócrata, amigo del matrimonio que, entre fiesta y fiesta, se resiste a
madurar. Un secreto, un equívoco y un problema modificarán esta situación hasta
el punto de no saber a quién nos referimos por el “marido ideal”.
Ambientación: La obra literaria de Oscar Wilde ha sido llevada en numerosas ocasiones al cine: El retrato de Dorian Gray (Lewin, 1945; Preminger, 1949), El fantasma de Canterville (Dassin, 1944), El abanico de Lady Windermere (Lubitsch, 1925), La importancia de llamarse Ernesto (Asquith, 1952; Parker, 2002)... Oliver Parker continúa esta tendencia en su segunda película, después de haberse estrenado como director con el Othello de Shakespeare (1995), tras varios años ejerciendo como actor en series de televisión. Cabría preguntarse porqué escoge esta obra de madurez de Wilde (1895) teniendo en cuenta que éste escribió dicha comedia en el período más fecundo y desgraciado de su vida.
Wilde cuenta con la fuerza de la ironía discreta
pero incisiva de sus frases, unos personajes carismáticos pero vulnerables,
unos ambientes decadentes pero cercanos. No acontece nada que no pudiera
entenderse como reciente o próximo a nosotros. La actualidad de Wilde podría
ser la nuestra (intrigas políticas, reencuentros de amigos, contratiempos de
pareja…). Lo cierto es que hay ciertos invariantes que los hacen comunes a todo
tiempo como esos personajes que muestran las virtudes y defectos de la vida
como si se tratara de una obra de arte: Sir Robert se siente triunfador e
insatisfecho a la vez, Lord Arthur es frívolo y leal, Lady Chiltern procura
mostrarse recta mas inflexible y Miss Mabel resulta atrevida pero se siente
insegura, incluso Mistress Cheveley comienza siendo fría pero termina comportándose
apasionada. La transgresión con las palabras no traspone jamás los límites de
los actos. Es la perfección del arte frente a la vida.
Es por ello que un criterio decisivo para la
película es la elección del reparto, con un elenco de actores de éxito con gran
experiencia teatral, del que se cuida escrupulosamente la caracterización.
Wilde incluída en sus teatros descripciones casi novelescas de sus personajes
respecto no sólo a su descripción física (fisonomía y vestimenta) sino
especialmente psíquica (cualidades y comparaciones con obras de arte). Parker
se nutre de todo este imaginario para ofrecer una imagen cuidada y fresca a la
vez.
Valoración:
Es una tentación el adaptar
cinematográficamente una obra maestra de la literatura como si por ello se garantizara
parte del éxito de la producción propia. Se habla de actualizar a los clásicos
y algunos lo procuran contextualizándolo en otra época mientras que otros
recrean los ambientes originales, como hace Parker. En el mundo anglosajón
Shakespeare y Wilde son dos fuentes continuas de inspiración pero a veces se
puede correr el riesgo de que parte del encanto de lo escrito se pierda en lo
explícito de una imagen.
Esto que sucedería entre una novela y su adaptación
al cine, puede ser una diferencia mucho más sutil entre el teatro y el cine.
Ambos son dos manifestaciones artísticas que encarnan una obra literaria,
aunque los recursos visuales con los que cuentan sean diversos. Desde el punto
de vista del espectador, la experiencia previa televisiva de Parker le confiere
una especial sensibilidad para trasponer los decorados del escenario teatral
-que se percibe de manera frontal desde la butaca, aunque se desarrolle en tres
dimensiones espaciales- a un espacio como puede ser el plató de rodaje, donde
se pueden ofrecer diferentes perspectivas que verdaderamente nos introducen en
la situación gracias al movimiento de las cámaras - aunque se vea proyectado
como una superficie plana en la pantalla-. El director lo sabe y así consigue
que la ambientación y el colorido de la película sean muy sugerentes. Además,
siempre está la posibilidad de rodar en espacios abiertos, lo que aprovecha
para darle más dinamismo a un relato cuya fuerza está en los diálogos.