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sábado, 9 de marzo de 2013

Edipo, el hijo de la Fortuna. Pasolini, 1967

Ficha  técnica: Título original: “Edipo re”. Producción: Alfredo Bini para Arco Film (Roma- Italia) con la participación de Somafis (Casablanca - Marruecos). Dirección: Pier Paolo Pasolini,  con Jean-Claude Biette como asistente. Guión: Pier Paolo Pasolini, basado en la obra “Edipo rey” de Sófocles. Fotografía: Giuseppe Ruzzolini. Escenografía: Luigi Scaccianoce. Montaje: Nino Baragli. Duración: 104 minutos. Intérpretes: Franco Citti (Edipo), Silvana Mangano (Yocasta, esposa de Layo), Luciano Bartoli (Layo, rey de Tebas), Carmelo Bene (Creonte, hermano de Yocasta), Ahmed Belhachmi (Polibio, rey de Corinto), Alida Valli (Merote, esposa de Polibio), Francesco Leonetti (sirviente de Layo), Giandomenico Davoli (sirviente de Polibio), Julian Beck (Tiresia), Ninetto Davoli (Anghelos), Pier Paolo Pasolini (gran sacerdote). 


Argumento: Edipo, rey de Tebas, está decidido a encontrar la causa de una terrible peste que aqueja a la ciudad tras su matrimonio con la reina viuda Yocasta. Interpelado el oráculo, éste responde que la ciudad está contaminada por la muerte, aún impune, de su viejo rey Layo. Edipo sospecha de su cuñado Creonte, el cual a su vez acusa del delito al propio Edipo. Sin embargo, él mismo se siente atormentado por las habladurías y sobre todo por un oráculo que predijo que  algún día mataría a su padre para unirse incestuosamente con la madre. La noticia de la muerte de Polibio -padre de Edipo- le trae un momento de calma. Pero la aparente serenidad es destruída por  la confidencia de un viejo siervo que revela que Edipo es hijo de Layo y fue abandonado para evitar la desgracia predicha por el oráculo. Así fue como Polibio -rey de Corinto- lo adoptó como hijo suyo. Al sentir la profecía cumplida, Yocasta se estrangula con una cuerda y Edipo se traspasa los ojos.

Ambientación: Tres años después de “El Evangelio según Mateo”, y en paralelo a una serie de cortometrajes poéticos, alegóricos, casi fantásticos - siempre en torno al personaje de Totó (La Tierra vista desde la Luna, Qué cosa son las nubes y el largometraje Pajarracos y pajaritos)- Pasolini emprende la tarea de traducir en imágenes los textos de la tragedia griega en un proceso análogo al de la transposición del Evangelio. Las películas que Pasolini crea a partir de las tragedias de Sófocles (Medea y Edipo) conforman una valoración ideal acerca de la actualidad de las obras clásicas. No hay que olvidar la afición poética del director que se manifiesta no sólo en sus adaptaciones cinematográficas de obras literarias como El Decamerón, Los Cuentos de Canterbury y La flor de las mil y una noches sino en su propia producción poética. Sin embargo, Pasolini no se deja llevar por la idea preconcebida de un Edipo ambientado en clave contemporánea, sino que transporta la escena a un ambiente arcaico absolutamente simbólico -recreado en el paisaje de Marruecos- y exento de referencias a la clasicidad helénica de acuerdo con los criterios estéticos de la modernidad.  La película parte del presupuesto de que la realidad del mundo actual, siendo ciertamente muy distinta del mundo lejano y arcaico de Edipo, no por ello ha alterado la esencia de estos mitos, que se mantienen y se adaptan a la naturaleza del hombre moderno para explicar sus turbaciones y complejidades -de hecho, el nombre parlante del protagonista quiere decir “el de los pies hinchados”-. Con idea de innovar enriquece el texto de Sófocles con un prólogo y un epílogo: el primero está ambientado en la Italia fascista de los años 20 del siglo pasado (en los lugares de la infancia del director) y en él pone de manifiesto los celos del marido ante las atenciones de la madre con el hijo; en cambio, el epílogo  se desarrolla en Bolonia (su ciudad natal) y allí vemos a Edipo mendigar, envejecido y ciego, por los soportales de la iglesia de San Petronio. De este modo, el director interpreta -de un modo más desesperanzador si cabe- el relato de los últimos días de Edipo en Colono para retratar la tragedia de su propio destierro ideológico (rechazado por los comunistas a causa de su homosexualidad) e insistir en la idea sofóclea del conocimiento a través del dolor.

Valoración: Pasolini revela su modernidad al trasladar los problemas del hombre actual a un mito clásico: la ceguera final de Edipo (un “inocente” perseguido por un destino adverso y cruel) simboliza la incapacidad del hombre contemporáneo para “ver” -o al menos intentar comprender- las situaciones en las que se encuentra, a veces dramáticas y terribles; un hombre que vive las mismas contradicciones y al que la verdad, si bien es clara a sus ojos, le parece de tal modo absurda e incomprensible que se vuelve ciego como si fuera más fácil no verla. Ése es el verdadero “complejo" de Edipo, aunque el director enfatiza las implicaciones psicológicas y morales. El intento autobiográfico (que el director nos desvela sutilmente en el prólogo y el epílogo) es evidente en su planteamiento y resolución. De hecho, con Edipo rey, Pasolini comenzará una labor de denuncia cada vez más manifiesta que tendrá su máxima expresión en Saló. En definitiva, Pasolini hace las veces de Sófocles hasta el punto que ya no se sabe cuál es el “clásico” -si la tragedia griega o la película- en el sentido de Italo Calvino cuando dice que “un clásico no termina de decir aquello que quiere decir” y “es lo que no te puede ser indiferente y  te sirve para definirte a ti mismo  en relación a  él y en contraste con él”.