Ficha técnica: Título original: “El bosque animado” Año y
nacionalidad: 1987, España. Producción: Eduardo Ducay, Emiliano Otegui para Classic
Films Productions. Dirección: José Luis Cuerda. Dirección artística: Félix
Murcia. Guión: Rafael Azcona basado en la novela homónima de Wenceslao
Fernández Flórez (1943). Fotografía: Javier Aguirresarobe. Música: José Nieto. Duración: 108 minutos. Intérpretes:
Alfredo Landa (Malvís/Fendetestas),
Tito Valderde (Geraldo), Alejandra Grepi (Hermelinda), Encarna Paso (Juanita
Arruallo), Miguel Rellán (Fiz de Cotovelo), Alicia Hermida (Gloria Roade), Amparo
Baró (Amelia Roade), Fernando Rey (Sr. D’Abondo), María Isbert (Moucha), Luis
Ciges (Loco de Vos), Luma Gómez (Marica da Fame).
Argumento: La Fraga de Cecebre
es un bosque animado donde confluyen las almas de numerosos personajes,
aparentemente inconexos entre sí pero vinculados por la magia del lugar. “La fraga es ella misma un ser
compuesto de muchos seres. Como la ciudad. Pero es más varia que la ciudad,
porque en la ciudad el hombre lo es todo y su carácter se imprime hasta el
panorama urbano, y en la fraga el hombre resulta apenas un detalle del que se
puede prescindir”.
Ambientación: A finales de los ‘80, Cuerda es un director formado en los documentales y las películas para televisión y Landa es un prolífico actor, formado en el teatro, que ha superado su propia etapa del “landismo” demostrando un amplio registro dramático con los principales directores españoles. La novela de Fernández Flórez, ambientada en la Galicia rural de comienzos del siglo XX, entusiasma al director manchego y sirve de inspiración al actor navarro para encarnar un personaje que pasará a formar parte del imaginario de la España tradicional.
Se trata de una historia amable donde el propio bosque es protagonista más que un mero escenario de fondo; es el anima, el alma, la razón de ser de esa forma de vida, las creencias, las costumbres… De otro modo no puede explicarse un personaje como Malvís -que se lanza a vivir como salteador de caminos bajo el nombre de Fendetestas, buscando la seguridad del bosque, para mal-robar a sus humildes vecinos aunque su sueño es atracar la casa del cura-, Geraldo el pocero -que siendo navegante soñaba con la tierra y sólo pudo volver a ella cuando un accidente le hizo dejar el mar-, la meiga Moucha -que conoce las plantas del bosque y el alma humana como si se tratara de un elemento más de la naturaleza-, Fiz de Cotovelo -cuya alma pena por el bosque al no haber podido cumplir una promesa pero cuya ilusión sigue siendo viajar a América-, las hermanas Roade –melindrosas mocitas viejas de ciudad que buscan la tranquilidad como turistas en una casa alquilada en el bosque-, Manuel el Loco de Vos -que vive en un mundo cuya felicidad irradia haciendo regalos a los señores del pazo, como si fuera uno de ellos-, Marica da Fame –una viuda sin recursos que pretende vivir del trabajo de sus hijos pequeños-… Los propios nombres parlantes de los personajes nos permiten intuir la realidad que trascienden.
Valoración:
Siempre es un riesgo rodar una película basada en una obra literaria de la que
existe una versión cinematográfica previa. Cuerda lo aborda acompañado de un
equipo técnico impecable -del que destacan el guionista y el director de
fotografía- y de los actores más representativos de la escena española -lo que
confiere mayor familiaridad si cabe a los personajes-. Rafael Azcona es uno de
los mejores guionistas del cine español, especializado en este tipo de
temática. Quizás su vocación primera de escritor le permita la sensibilidad
necesaria para convertir en diálogos esas maravillosas descripciones literarias
y ajustar en un número de escenas adecuadas al metraje de la película los
episodios más significativos de la novela. Por otro lado, Javier Aguirresarobe
nos acerca por medio de una delicada fotografía a la atmósfera del bosque, a
veces en penumbra, húmeda, misteriosa, otras alegre, jovial, llena de vida… Y
qué decir del trabajo de los actores, destacando entre ellos a Alfredo Landa
por su versatilidad y humanidad al encarnar un personaje tan contradictorio,
que debiera despertarnos rechazo y a veces incluso nos sugiere ternura. Este
buen hacer concede a la película un carácter de obra coral y un cierto aire de
clasicidad que hace que no le afecte el paso del tiempo.
No es una
adaptación cinematográfica fiel a la obra literaria en el sentido de que se
centra en los personajes humanos y omite toda la vida que late en la fauna y vegetación
del bosque, como si no estuvieran entrelazados. Sin embargo, mantiene la
estructura de estancias y muchos de los diálogos. Como dice el propio Fernández
Flórez en su Ultílogo: “Y transcurrieron los días. Y los años. Y vino la Muerte
y pasó su esponja por toda la extensión de la fraga y desaparecieron estos
seres y las historias de estos seres. Pero detrás todo retoñaba y revivía, y se
erguían otros árboles y se encorvaban otros hombres, y en las cuevas bullían
carnadas recientes y la trama del tapiz no se aflojó nunca. Y allí están con
sus luchas y sus amores, con sus tristezas y sus alegrías, que cada cual cree
inéditas y como creadas para él, pero que son siempre las mismas, porque la
vida nació de un solo grito del Señor y cada vez que se repite no es una nueva
Voz la que la ordena, sino el eco que va y vuelve desde el infinito al infinito”.
El canto a la
naturaleza de la novela lo convierte el director en un sugerente camino entre
la realidad y la magia, iniciado en su primera película Total (1985)
y que continuará en otras creaciones más libres, hacia el absurdo, como la
comedia Amanece que no es poco (1988) y Así en el cielo
como en la tierra (1995). Fue muy premiada en la II edición de los
Premios Goya: mejor película, actor protagonista, música original y vestuario.
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