Ficha técnica: Título original: “A foreign affair”. Producción: Charles Brackett
para Paramount Pictures, USA 1948. Dirección:
Billy Wilder. Guión: Charles Brackett, Billy Wilder, Richard L. Breen según
relato original de David Shaw. Fotografía:
Charles B. Lang Jr. Música: Frederick
Hollander. Duración: 112 minutos. Intérpretes: Marlene Dietrich (Erika Von
Schluetow), John Lund (capitán John Pringle), Jean Arthur (Phoebe Frost), Millard Mitchell (Rufus J.
Plummer), Peter von Zerneck (Hans Otto Birgel), Stanley Prager (Mike), William
Murphy (Joe).
Argumento: Han pasado cuatro años desde el final de la II Guerra Mundial
pero Berlín sigue totalmente destruída, bajo el mando de unas fuerzas aliadas
que ahora tienen que construir la paz y el orden. La vida intenta abrirse
camino porque por encima de todo está la necesidad de sobrevivir, aún a costa
de manipular los afectos. Esta situación la intuye el Gobierno de los EE.UU y
por ello envía un comité de congresistas para informar de la moral de las
tropas. La estricta congresista Phoebe Frost conocerá al galante capitán John
Pringle y su sospechosa protegida, la cantante Erika Von Schluetow.
Ambientación: En plena madurez artística, Marlene Dietrich aborda su primera película con el prestigioso director Billy Wilder, con el que repetiría años después en Testigo de cargo (1957). Esta obra supone el encuentro de dos europeos que emigraron a Norteamérica al intuir la amenaza que Hitler suponía para las libertades; ella rechazó convertirse en la actriz del Régimen Nazi para comprometerse con el país de acogida mientras que él salió huyendo de Alemania debido a su ascendencia judía y volcó su ingenio en denunciar las situaciones de injusticia.
El título original de la película juega con el doble sentido de “romance
extranjero” y “asunto exterior” en el sentido de que se trata de una comedia
romántica que tiene como trasfondo una cuestión política. En verdad, lo de
menos es el argumento porque la idea principal es criticar la tarea de
reconstrucción y liberación de una Alemania de manos de los mismos que la
habían destruido. Wilder tiene el talento de mostrar explícitamente en sus
diálogos el mensaje oficial de regeneración (nuevas escuelas, convocatoria de
elecciones, fraternización legal) mientras que implícitamente en la fotografía
y la música retrata esa otra cara degenerada (ruina, mercado negro, cabaret).
Resulta impactante la vista de pájaro inicial de la ciudad de Berlín que luego
describe en una serie de escenas de ambiente o la letra de las canciones. Esto
ofendió a las autoridades norteamericanas en Berlín y al Ministerio de Asuntos
Exteriores ya que intencionadamente el tiempo fílmico se corresponde con el
tiempo histórico. Los personajes femeninos encarnan esas dos visiones del
mundo: la congresista americana es estricta en el desempeño de su trabajo
porque está convencida de sus ideales mientras que la cantante alemana está
desengañada y sólo piensa en seguir viviendo por encima de las ideas políticas
o los valores morales.
El duelo entre personajes se traslada también a las actrices, con una Jean
Arthur que, en la penúltima película de su carrera, compite por los primeros
planos con Marlene Dietrich. Lo cierto es que ésta domina la cámara, con una
soberbia fotografía en blanco y negro -que juega con los efectos de
iluminación- y una excelente música -que recuerda sus inicios en este arte-.
Las composiciones musicales del alemán Frederick Hollander son de lo más destacado en la
película por su calidad compositiva y porque, en definitiva, resumen la
estructura de la historia con tres canciones que sirven de planteamiento, nudo
y desenlace en las tres escenas claves en las que coincide en el cabaret el
trío protagonista.
Valoración: Wilder entiende el cine por encima de todo como entretenimiento
y es por eso que en su obra retrata un
momento histórico tan duro a través de una mirada irónica. Los actores pueden
parecer poco convincentes, los personajes estereotipados, algunas pequeñas
escenas de distensión traídas sin venir a cuento pero el ritmo de la película
no permite pararse a ese tipo de análisis. Esta fórmula la desarrollará Wilder
en Un, dos, tres (1962) de manera trepidante y servirá de inspiración a otras
producciones como El buen alemán (Steven Soderbergh, 2006). No podemos esperar
una crítica neorrealista como la de Rossellini en Alemania año cero (1948). Fue
nominada al Óscar al mejor guión original y a la mejor fotografía.
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