miércoles, 29 de mayo de 2013

El encanto de la tradición armenia mostrada por Paradjanov

La obra del cineasta armenio Sergei Paradjanov (1924-1990) supone un antes y un después en la experiencia visual del espectador. Su estilo es tan personal que no sólo resulta reconocible sino que provoca asombro. Es el resultado de una personalidad imaginativa, amante de la tradición y apasionada por la belleza a pesar de haber estado recluida en prisión por los más inverosímiles motivos…

De su filmografía, cabría destacar El color de la granada (1968), en torno a la figura del poeta y músico armenio del siglo XVIII Sayat Nova. En plena madurez artística, Paradjanov fija los invariantes que definen su obra: argumentos sacados de las leyendas locales, escenografías pictóricas con perspectivas frontales de gran fuerza plástica, una música tradicional envolvente, una fotografía enamorada del color y el gusto por el detalle. Lo que más llama la atención no es su técnica cinematográfica (absolutamente impecable) sino el uso que hace de ella para crear una poesía visual de carácter universal (que no requiere de códigos culturales para dejarse llevar por ella).

Los objetos son símbolos que aparecen para crear una sensación estética: las granadas que manchan el paño blanco, los libros mojados por la tormenta dentro de las hornacinas del monasterio y más tarde secados al viento sobre las cubiertas, las alfombras tendidas en vertical a modo de telones de teatro… El efecto se consigue convirtiendo en protagonista un objeto, aparentemente inerte y pasivo, con un plano de detalle o descontextulizándolo de su lugar o forma de uso habitual.

Valor estético de los objetos protagonistas:


Descontextualización de los objetos:


Aún más fascinantes resultan los ambientes tan sugerentes que construye en lugares monumentales cargados de valor patrimonial en contraste con unos ambientes interiores estilizados por medio de composiciones basadas en las variaciones sobre un mismo tema, en función del color y la presencia de objetos atemporales.

Localizaciones monumentales:










Ambientaciones estilizadas de los interiores:









Variaciones sobre un tema:

Los mismos personajes se convierten en objetos que se mueven en una coreografía medida según las reglas frontales del espacio pictórico que habitan; este efecto se evidencia sobre todo en el mundo de las escaleras… 

Coreografía de los personajes:

Estos recursos visuales le permiten construir un imaginario propio donde tienen cabida ensoñaciones, metáforas y nuevas iconografías.










Por todo esto, Paradjanov no es sólo un maestro del cine que nos recuerda sus posibilidades expresivas sino que muestra de manera magistral los valores del patrimonio monumental y vernáculo armenio reconocido por la UNESCO, al que su obra sirve como testimonio de una cultura que merece ser conservada y divulgada.


Como parte de ese legado, os invito a seguir descubriéndolo en la fundación y museo creados en 1988 para conservar las obras de este polifacético artista.

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